En tiempos del surrealismo y el dadá, Buñuel y sus amigos hacían el experimento de entrar en una sala de cine a medias de la película y salir en el momento en que empezasen a entender algo. Las entradas no costaban 10 euros, pero creo que se entiende la intención.
Yo probé a ver el primer capítulo de una nueva serie japonesa. Normalmente veo estas cosas con subtítulos en inglés, porque aunque ya capto vocabulario, el japonés se me escapa a la mínima en que se pongan coloquiales.
Cuando te arrojas sin cuerdas a la información visual, puede que no entiendas qué están diciendo, pero todo se convierte en un misterio. Todo entra sin filtros que te protejan, tanto para lo malo como para lo bueno. Como todo está en otros códigos, te puedes abrir más a lo que te ofrecen, ya que sientes que es la primera vez que ves algo así.
Series como Twin Peaks trabajan esta concepción del misterio. Es posible que lo que tratan de contarte sea relleno para facilitar un estado de ánimo que te permita experimentar algo superior al final del capítulo.
Lo importante es poder rellenar tú los huecos, igual que cuando eras peque y no entendías algunas escenas pero no por ello te aburrías.
Yo lo veo como el ejercicio de profundizar en los detalles de un sueño. Con la diferencia de que un sueño no se recuerda bien y tiendes a añadirle detalles que se te han ocurrido después, y las películas se pueden volver a ver.
En un mundo donde los productos audiovisuales han dejado de ser pocos y doblados, existen más posibilidades de encontrar material exótico con el que ejercitar este tipo de contemplación. Puede que encuentres una posibilidad que no sabías que necesitabas. Puede que desengrases tus neuronas y después hiles mejor las cuentas. O puede que, sin más, encuentres tu nueva serie favorita.
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