Iba sin prisa por una avenida principal. Había anochecido. En un punto más estrecho, dos señoras de aspecto sudamericano querían pasar, así que esperé unos segundos quieto para cederles el paso. Cuando ya estaba por retomar el paso, un tipo trajeado me saludó alzando la voz desde unos quince metros:
—¡Hey! ¡Quería hablar con alguien como usted!
Los árboles de la avenida le dejaron la cara en sombras hasta que lo tuve al lado. También me daba el perfil sudamericano. Sonreía como un vendedor. Quiero creer que era un vendedor, y no un marido pasivo-agresivo celoso porque dejé pasar a su mujer y a su madre. No sabía realmente si me sentía incómodo, de noche nunca suele haber vendedores ambulantes.
Me dijo su nombre sin alzar la voz demasiado, y me ofreció la mano. No era de los vendedores que cometen la afrenta de taparse la identificación del pecho. Ni siquiera llevaba logo. No quería dejarle la mano colgando, pero cuando me presenté yo también y se la di, apretó como para transmitir que él tenía mucha confianza en sí mismo.
Sí, era incómodo.
Proseguí el paso y me acompañó unos metros.
—Y dígame, ¿qué es usted?
—¿Cómo que qué soy?
—Sí. De su madre, de su padre...
No dio tiempo a saber qué quería el individuo. Enseguida alcanzamos a las dos señoras y dejó de insistir. Juraría que ellas le dijeron algo.
Las sobrepasé en un paso de cebra y me adelanté unos metros, hasta un escaparate. Miraba unos precios, pero también escuchaba los pasos en la acera. Unos segundos después, estuve seguro de que las dos señoras ya habían pasado de largo. Pero no distinguí si eran dos parejas de piernas o tres. Me giré. El tipo estaba ahí.
—¿Bien? —me dijo sonriente, con las manos en los bolsillos; y a mí me faltaba el contexto.
Me desgiré; seguí mirando precios. ¿Era posible que hubiera alguien tan cutre de trabajar como vendedor al mismo tiempo que paseaba con su familia? ¿Era eso menos penoso que la otra idea del marido celoso?
Ya no me podía concentrar en los precios, pero me quedé mirando otro rato. Al girarme, había desaparecido. Espero que sí fuese un vendedor cutre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario