Rojo y oro. La señorita de K. se había rasguñado el dedo al quitarse con furia su segundo anillo de compromiso. Como una mariposa, ahora su abanico aleteaba con un deje que cautivó a L. desde el palco opuesto de la ópera.
A la salida, el joven la esperaba con el tercer anillo. Ella lo rechazó con un último aleteo en sus narices.
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