viernes, 28 de junio de 2019

Experiencias de un estreno teatral


El pasado 22 de junio, las buenas gentes del Teatro Deakí estrenamos Doce sin piedad, una adaptación propia de la obra de Reginald Rose Twelve angry men (Doce hombres sin piedad / Doce hombres en pugna). Una vez descansado, estas son mis impresiones.

Faltaba una hora para el estreno y yo estaba preocupado. No por mis compañeros, sino porque yo no estaba sintiendo ese fervor de todos los estrenos. Lo que hace que una interpretación se sienta siempre viva es ese nerviosismo. Habrá quien no lo sienta igual, pero considero que cuanto mayor es tu pánico escénico, mejor podrás llegar a actuar. Y me preocupaba no tener la vibra adecuada para mantener mi pulso interpretativo.

Empecé a ponerme nervioso el telón estaba a punto de abrirse y escuché a un cenutrio del público hacer un comentario de cenutrios. Hay gente que cree que humildad es pobreza. No, humildad es guardar silencio ante un evento que está floreciendo delante de ti.

Los primeros minutos fueron bien. Aún no tenía texto y me encanta expresar con el cuerpo. Pero cuando pasé mi primer par de líneas, me entró un nosequé que no sé cómo. Culpa mía, por ponerme café en el termo. Resultó que mi ánimo inicial ya era perfecto, y si hubiera bebido sólo agua quizá me habría centrado mejor. La energía actoral no es la misma antes de abrir el telón que después.

Las intervenciones pueden ser obvias —líneas de diálogo— o sutiles —puras miradas, posición de las manos—, pero estoy satisfecho porque en todo momento di todo lo que pude.
Del resto, lo único reseñable fue algo que me puso melancólico. Había leído que podía suceder, pero aún no lo había experimentado. La foto de cartel era de todo menos risueña. No obstante, y como ya avanzaba el comentario cenutrio de cuando se abrió el telón, a veces la gente sólo viene a reír. En las partes de humor se rieron. Pero en la más trágica también.

Sé que en la siguiente función lo haremos mejor, pero me siento en buena parte responsable de que el tono del estreno se torciese. Cuando adapté el primer borrador del guion, iba hasta arriba de café y me creía muy ingenioso. Ahora he pagado por mi jocosidad. Niños, no tomen drogas.

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