Imagina que te han exiliado de tu país. Jamás podrás volver. De vez en cuando coincides con algún compatriota, pero en general sólo puedes contar con tus nuevos vecinos. Y tus nuevos vecinos, con su mejor intención, son de lo más distraído.
Entonces comienzas a contar historias de tu cultura. Pero cada vez que mencionas algo ajeno a la cultura presente, hay quien se enfada, hay quien no entiende.
Unas veces intervienen para desviar la conversación a algo que sí conocen.
Otras, te dejan terminar de hablar, pero sus consiguientes preguntas
dan vueltas al tema hasta que te quedas sin vocabulario. Tienes que
hablar de algo parecido a lo que querías decir, por lo que ellos
entienden algo parecido a lo que quieren entender.
Por lo menos disfrutan la charla.
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