Muchos dicen que la serie Aquí no hay quien viva —y por consiguiente, el remake La que se avecina— proviene de 13, Rue del Percebe. Nunca he prestado demasiados oídos a esa teoría. Después de todo, las diferencias con tal cómic son demasiadas.
Francisco Ibáñez dibujaba en dichas historietas una serie de chistes autoconclusivos e intercambiables, hasta el punto de que hace algunos años, a la par que el recopilatorio integral, se editó Un libro como una casa, un desplegable del bloque de viviendas en el que cada viñeta —cada casa— consistía en un librito de bolsillo con los mejores momentos de dicha casa. Cada cual podía elegir qué chiste era el que quería tener de cara al exterior. Una ingeniosa idea que mezclaba el medio del cómic con lo estético de un buen diorama.
Aunque una ciudad entera se hubiera comprado ese libro desplegable, sería muy difícil que en alguna casa se repitiera la elección de viñetas expuestas. No existe una continuidad a la que aferrarse, salvo quizá la del científico que se mudó para ceder el sitio a un sastre.
En cambio, las series arriba mencionadas centran su humor en la interacción de los distintos vecinos. Por mucho que las cortinillas de entrada parezcan hacer alusión a 13, Rue del Percebe, es una similitud superficial. Y además, Ibáñez ya había visto una idea similar en el cómic francobelga, por lo que tampoco merece la pena obsesionarse en hilar semejanzas.
A lo que de verdad se parece Aquí no hay quien viva es a la película La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000). Pienso en esa película como un reflejo negativo del mismo universo. Dos rostros en común —Mariví Bilbao y el recientemente fallecido Eduardo Gómez— nos dan el punto de ancla. La diferencia es el tono de humor. El filme recompensa a quien conoce viejas marcas de identidad, mientras que las dos series tratan de acercarse todo lo posible a un público que ni siquiera tiene por qué haber visto nada antes.
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