Sobre mi máquina de café predilecta hay tres vasos.
Uno de ellos está lleno de palitos de plástico para remover el contenido. Seguramente alguien de la empresa de expendedoras vio que de vez en cuando los cafés no traían palito y dijo:
—Dejemos estos palitos aquí arriba; porque si a mí no me saliese palito, me gustaría poder tener otro aquí.
Los otros dos vasos están vacíos. Seguramente alguien de la empresa de expendedoras vio que cada varios meses el café caía sin haberse puesto el vaso primero y dijo:
—Dejemos estos vasos aquí arriba; porque si yo viese que no sale el vaso un segundo antes que el café empiece a caer, me gustaría poder agarrar un vaso de aquí, pasarle un dedo por dentro para frotar el polvo pegado por haber estado encima durante semanas, soplar para expulsar las motas sobrantes, abrir la puertecilla de protección de fugas y encajar el vaso a tiempo para que todo el café que he pagado caiga dentro.
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