Bajo otro nombre, las sombras de los dioses helenos forjaron una nueva historia.
El germen desde el que se proyectó esa diferencia de calidad en el mal surgió de su mismo génesis. Allí donde el hijo del cielo, Cronos, engulló a sus hijos como una ballena las sardinas, el latino Saturno los hizo trizas en sus fauces. Mordisqueó sus carnes con el temor de poderes futuros; aferrado a la gloria muerta sobre la que se aposentaba.
Saturno devorando a su hijo (Goya) |
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