El libro Cuevas, simas y minas de Madrid (Ediciones La Librería) analiza en detalle el estado de diversas cavidades de la provincia. Cuenta con más de 300 páginas de datos, fotografías, coordenadas y croquis.
Casi al final, también dedica una página a enumerar una lista de cavidades no localizadas. Cuevas de los que se conservan registros y rumores, pero que los miembros del Grupo de Espeología de Getafe no lograron localizar allá por el 2015.
Una de esas cuevas ilocalizables me interesaba. Me la había imaginado en diversas áreas por las que nunca he caminado. Pero hoy pude leer cómo se accedía hasta ella gracias a un generoso senderista que dio testimonio en redes sociales, llegando a compartir un vídeo del interior.
Esta cavidad tiene el tamaño de unos soportales antiguos, que se estrechan hacia dentro. Daba gloria verlo sin basura ni pintadas caprichosas. Se ha conservado tan bien precisamente porque nadie suele saber dónde está.
Vale la pena guardar registro público de simas y otros agujeros por los que alguien se pueda escurrir, pero parte del encanto de ciertos lugares es que los conozcas adentrándote en el terreno con respeto.
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