jueves, 25 de febrero de 2016

[Reseña] Misericordia, de Galdós

Originalmente publicada en SoyFanático.cl
el 19 de octubre de 2015.


Misericordia es una novela de Benito Pérez Galdós que los jóvenes no suelen atreverse a leer porque empieza con unos pobres que mendigan a la puerta de una iglesia.
Por eso, hoy les contaré la novela hasta un poco más adelante, y ustedes decidirán si vale la pena seguir.


La iglesia existió de verdad. Sigue en los mapas.

Empieza parecido a La Regenta, con una iglesia y presentándote una serie de personajes de un modo original:
«Si vale comparar rostros de personas con rostros de animales, y si para conocer a la Burlada podríamos imaginarla como un gato que hubiera perdido el pelo en una riña, seguida de un chapuzón, digamos que era la Casiana como un caballo viejo, y perfecta su semejanza con los de la plaza de toros, cuando se tapaba con venda oblicua uno de los ojos, quedándose con el otro libre para el fisgoneo y vigilancia de sus cofrades.»

Pero en vez de suceder en Vetusta, un trasunto de Oviedo, comienza en Madrid.

Don Carlos, un tipo que da limosna a los pobres, pide a Benigna (o Benina, o Nina, según el caso) que se pase al día siguiente por su casa a las 8:30, puntual. Las viejas se quedan chismorreando. Una de ellas se pone a malmeter durante dos páginas y media. Se nota que no había televisión.
Benina le pide a un compañero mendigo que le preste un DURO. ¡Un duro! Un duro son 5 pesetas, y hace 15 años sólo te servía para comprar apenas un chicle. Pero en el siglo XIX, con un duro hacías la compra de un día. Conque imagínate pedir un duro a un mendigo, que además es ciego y marroquí. Durante toda la novela se le llama Almudena, y recuerdo que en secundaria muchos compañeros veían Almudena y ya se creían que era una mujer. Les daba igual que las siguientes palabras fueran mendigo y ciego, ellos emperrados en que era una mujer. ¡Pues no, Almudena se llama Mordejai!

Benina tiene un par de soliloquios quejándose de que si ella necesita un duro y todos los viandantes de Madrid tienen un duro, ¿por qué no le dan un duro? «¿Perdería algo el estanque del Retiro porque se sacara de él una gota de agua?»

En este mapa se ve mejor la iglesia.

El ciego Almudena lleva a Benina a su casa minúscula de un solo mueble (la silla), y rebusca lo que puede. En el suelo duerme la Pedra, una b’rracha y una púa, a la que registra a ver si tiene dinero en el sujetador. Benito Pérez Galdós, pionero del porno con dormidas.

Benina reúne el dinero necesario para medicinas y comida. La espera en casa su ama, Doña Paca: enferma de la vista, las piernas, la cabeza, los riñones… De todo menos del estómago.
Para que no sepa que pide a la puerta de una iglesia, Benina hace creer a Doña Paca que cocina para un cura, Don Romualdo. Luego dice un parlamento sobre el orgullo del hambre santísima:
«Los gorriones, un suponer, ¿tienen vergüenza? ¡Quiá!... lo que tienen es pico.»
 
El nombre completo de Doña Paca es Doña Francisca Juárez de Zapata. En la película mexicana, fue Francisca de Zapata. Siempre fue una derrochadora, y se convirtió en una noble venida  a menos.
«Fue preciso hacer nuevas mudanzas, buscando la baratura, y del Olmo pasaron al Saúco, y del Saúco al Almendro. Por esta fatalidad de los nombres de árboles en las calles donde vivieron, parecían pájaros que volaban de rama en rama, dispersados por las escopetas de los cazadores o las pedradas de los chicos.»

La "Marquesa del Infundio" tiene dos hijos que dan asco.
El Antoñito empeña todo. Y la Obdulia es una emo que primero no quiere casarse con nadie, pero luego sí con Luquitas el de la funeraria, con el que se fuga en celo para consumar el matrimonio y así forzarlo.
Cuando Antoñito dice que se casa también...
«Hijo mío, sí, sí -dijo la madre prorrumpiendo en llanto-. Vete con Dios, y solitas Benina y yo, viviremos con alguna tranquilidad. Puesto que has encontrado quien cargue contigo, y tienes ya quien te cuide y te aguante, allá te las hayas. Yo no puedo más.»
 
Al final, Obdulia quedó abandonada, hipocondríaca, y sólo atendida por un señor mayor que la visitaba y la comparaba con la Emperatriz Eugenia de Guzmán Portocarrero Palafox y Kirkpatrik.

Ah, mira, si había fotos del 1900. Pero no se ve la iglesia, está ahí detrás a la derecha.

Cuando al día siguiente, Benina acude al despacho de Don Carlos el limosnero, este le dice que le va a dar algo para que mejore su situación económica. Claro, ahí te piensas: le va a dar dinero. Pero no exactamente. Antes de eso, le da un libro de cuentas, para que anote sus gastos y sus ingresos.
Total, el ciego Almudena recupera su duro e invita a Benina a un café, donde le habla de un método hebreo mágico para apropiarse todo el dinero de Don Carlos: invocar a Samdai, el Rey baixo terra.
«—¿Cómo? ¿Un rey que está debajo de la tierra? Pues diablo será.
—Diablo no: Rey bunito.»
Para ello debe hacer un ritual con toda una serie de artilugios que debe comprar sin hablar una sola palabra. Si no, no vale.
Y así como Doña Paca desea creer en el cura Romualdo y los niños en los Reyes Magos, Benina desea creer en Samdai, el rey subterráneo.
Nuestra protagonista tarda en dormirse pensando en el conjuro. Incluso llega a creerse, tras un breve sueño, que hay riquezas en la estancia de al lado. Al amanecer, se despierta por el ladrido de dos perrazos blancos que salen de debajo de las camas. Y oye la campanilla de la puerta y corre a abrir, pero tras la puerta no hay nadie.
En fin, que bajo su apariencia de realismo, Galdós te está internando en un verdadero Twin Peaks.

Ahora sí.
Interesante novela, ¿eh? Y no hay excusa para no leerla, ya que es de 1897, de dominio público:


¿Cómo? ¿Que no te ha impresionado? ¿No te ha llamado la atención? Pero ¿qué panda de analfabetos leen esto?
Pues si no te gusta Misericordia, vete a leer El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Es como un manga yaoi. Pero sustituyendo la tensión ambigua entre hombres (que también) por abundante opio.

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