Ojalá pudiéramos dirigirnos a los hombres cobardes para que dejen de acorralar a quienes más cerca tienen.
Ojalá pudiéramos dirigirnos a los chicos de esos piropos que hasta salpican de tan densos.
Ojalá pudiéramos conversar con los niños, antes de que sean tan brutos que no merezca la pena llevarlos de visita a la jaula de los gorilas.
Espera, eso sí podemos.
Hablemos con los niños de verdad, porque un niño ignorante puede ser un adulto con ceguera emocional que merece ser encerrado en la jaula de los gorilas.
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