viernes, 11 de marzo de 2016

Ponte en mi piel (Ana Lernen)


Estaba paseando por una exposición fotográfica, cuando la misma chica que salía en la foto de portada se me acercó. No llevaba rulos de fanta-sía, pero la reconocí por la sonrisa.
—Hola, ¿quieres participar en la muestra? —me dijo— ¿Posar para la fotógrafa?
Asentí. Aún tenía en la boca tortilla del ágape.

"Ve por ahí y luego a la izquierda."

En el almacén de la Casa de Cultura, me esperaba Ana Lernen y un fondo azul espantoso que le había dado algún desaprensivo. Me dio la impresión de que en otra ocasión habíamos coincidido por algún evento de la sierra, pero fue en esta ocasión cuando la conocí en su propio entorno: con focos, velos y una especie de paraguas que tenían pinta de deshacerse con agua.
Me pidió que me quitase la chaquetilla. No era fotogénica. Y no me pidió que me quitase la camiseta porque no llevaba más. Me tuvo que prestar su abrigo negro para que no se viese el rótulo de Taberna Pepe Desde 1983.
—Vale, ahora sujeta esto —me dio un globo terrestre que luego me quitó—. Y toma esta chistera. Haz como que te lo vas a poner, pero sin ponértelo —y aludió a lo maravilloso de mi cabello.

"¡Gracias, ni siquiera me he peinado!"

Al día siguiente tuve que volver, porque las fotos posadas estaban muy bien, pero la foto de normal no le había gustado. Ya le había dicho que normal yo...



Y fue al otro sábado al mediodía cuando destaparon la cortina. La habían puesto a casi un metro de la pared, por lo que las señoras se colaban a cotillear antes de tiempo. Daba ganas de envolverlas por sorpresa y arrojarlas al río.

"¡Señora, que aún no se puede mirar!"

Cayó el telón, y todos los asistentes sonrieron con maravilla. Dos o tres amigos también estaban retratados. Cuando encontré mi imagen, me dio vergüenza. Sonará raro, pero yo por dentro soy guapísimo. Sin embargo por fuera, no siempre. Me va y me viene. Y aunque todos me decían que había salido muy bien, en mis anhelantes fueros internos yo sabía que posando catorce o quince horas más podría haber salido mejor.

Hubiera salido más o menos así, pero con una chistera.

Quedé en contacto con Ojos Curiosos Lernen y me fui de la inauguración con los poros cerrados. Quería volver a casa para ducharme otra vez.
Para colmo, por un atajo me topé con una manifestación enfurecida porque les habían cambiado de un mástil una bandera de colorines por una más normal y ellos querían otra vez la de colorines. En fin, esa mañana los zapatos, los autobuses... todos eran más lentos.
Para echarse a llorar.

Esta historia fotogénica no acabó con la retirada de la exposición. Invité a la fotógrafa a que presentáramos nuestras respectivas proyecciones en el mismo evento, pocas semanas después.
Yo no me compré mi foto porque ya me veo todos los días. Qué redundancia. Por no hablar de aquel fondo azul que en la foto era soportable por estar difuminado. No sé, antes que la mía me hubiera parecido más razonable comprar la de alguna de las chicas que se pusieron orejas de gatita.
Sin embargo, una amiga me regaló una copia de mi retrato, y a base de poder agarrarlo con mis propias manos y mirarlo desde arriba y desde abajo, lo aprendí. Aprendí a apreciar mi jeto. Gracias, Lou. Y gracias, Ana Lernen. Because of you, I'm lernen too.








LA FOTO. Que nada más queríais esto.

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