jueves, 16 de junio de 2016

V Maratón de Microrrelatos "José Mª Rubio" (Navacerrada, 2016)


Por quinto año desde que empezaron, acudí a mi particular torneo de artes literarias. En esta ocasión, fui con una cierta melancolía al recordar que el año pasado no sólo gané el primer premio, sino que además me acompañaba la novia que tenía en ese entonces y ganó el segundo. Nada más llegar, un par de participantes se encargaron de recordármelo. Haber sido el número uno en alguna ocasión confiere un compromiso artificial, ya que pueden comparar tu rendimiento presente con el pasado. Al menos eran simpáticos.


1ª FASE. El pie de entrada era "Dichosos los que viven al sur", y había que incluir las palabras esfera y cosquillas.



SALTARÉ

Dichosos los que viven al sur. Los que reciben cosquillas, los que pueden saltar. Dichosos los que viven al sur de esta esfera. Comerán raíces y quizá escorpiones, pero nunca probarán este pastel circular. La primera capa es azúcar; la segunda, azúcar. Y entre pan y pan, azúcar más azúcar.
Tengo hambre de un buen escorpión, vivo, que mate al bichillo que aguarda en mi interior. Luego comeré raíces, para que tenga dentro un espacio para jugar, saltar, y hacer cosquillas a los saltamontes. Entre todos crearán otro sur dentro de mí. Y aunque yo viva en el norte, saltaré.


Me gustó bastante el sabor que le había dejado, así que en el descanso con café, té y pastitas, anduve contrastando mi cuento con el de Gloria. No la veía desde el maratón pasado, pero siempre estamos ahí para desmenuzar qué hace de una secuencia de palabras un cuento.
El cuarto de baño está en el sótano, de modo que bajé en ascensor. Se tomó la decisión de utilizar el ascensor porque si alguien tomaba las escaleras podría irrumpir en el cubil del jurado, que trabaja anónimo arriba. Cuando quise salir, la puerta no se abría. Y no se abría. Que no. De modo que comencé a dar pequeños golpes rítmicos: primero en un urinario, que supuse daría mayor eco por toda la estructura del edificio. Luego en la puerta. Toc, toc, toc, toc, toc, toc, toc. Toc-toc, toc-toc, toc-toc, toc-toc, toc-toc, toc-toc, toc-toc. No temí por un brujo engañador que me hubiera cerrado por fuera para ganarme al concurso, pues tenía más de media hora para que alguien más bajase al baño. Una colega llegó a los cinco minutos de toc-toc.
—¿Quién da golpes?
—Yo.



2ª FASE. Se sustituyó el pie de entrada por un pie de final: "innecesario, sobre todo innecesario". Las palabras a incluir fueron caracola y taquilla.


DOBLE TAQUILLA

Ella y yo compartíamos taquilla. La mía en el edificio antiguo, durante el primer trimestre. La suya en el nuevo, durante el resto. Cuando la abríamos, podíamos encontrarnos una nota cariñosa, una caracola para el recreo, o incluso algunas monedas si no traíamos bollo. En nuestras respectivas épocas de exámenes, no coincidíamos. La taquilla se convertía en la única prueba patente de que el otro seguía existiendo en la misma realidad.
Un día, encontré mi taquilla abierta. En lugar de una caracola, babeaba un caracol. Pude haberla visitado en su edificio. Pero ya ni siquiera funcionaba mi llave. Hubiera sido innecesario, sobre todo innecesario.



En el segundo receso, salimos a la escalinata y una chica con una voz muy agradable cantó canciones tranquilitas con su guitarra. Un niño rubio no paraba de patear una pelota en una pared cercana. Me puse en plena pared para ver si comprendía que en los conciertos no se hace ruido. Pero siguió pateando el balón contra una pared aún más cercana a la chica. Los demás permanecían hipnotizados. Parece que el Cruyff sólo me molestaba a mí. Y ni siquiera por el ruido, que no era tanto. Es más que nada por el hecho de que parezca no darse cuenta de que su ruido podría estar distrayendo a los espectadores, o en el peor de los casos a la artista.

Cuando trajeron el papel con los cinco finalistas, sentí toda la intriga de golpe. Reconozco que en la ronda anterior tenía una seguridad tal de pasar, que no me sorprendió conseguirlo. Pero para mí la ronda final es el verdadero premio, más allá de diplomas o dinero. Dependiendo de cada jurado, puede ganar uno u otro. Hay tantos factores arbitrarios a la hora de ordenar los cinco cuentos finalistas, que a posteriori, el triunfo viene casi por azar. Por eso digo a todas las personas que alcancen la final de una maratón: ya has ganado. Te han reconocido dentro de un margen de calidad excelsa. El resto es el gusto de cada uno.
Y sí, pasé a la final.



3ª FASE. Este año ya no había pie de entrada, sólo las dos palabras clave: cuchara y alma. No obstante, el límite de 100-110 palabras se reducía a un máximo de 50.



A SORBOS

La sopa se toma a sorbos. Metes la cuchara, te la llevas a los labios, soplas un poco y sorbes. El caldo calienta el corazón, los fideos llenan las tripas y tu ingrediente alimenta mi alma. Cada sorbo es un soplido al interior. Cada sonrisa tuya, completa el plato.


Aquí vino mi conflicto. El año pasado gané el primer premio. Si lo volvía a ganar, las reglas me impedirían regresar a las siguientes ediciones. De modo que me esforcé en hacer un cuento normalito, pero no tan regular que me diesen los libros del accésit. Digamos, apuntaba al tercero o al segundo puesto.


Al rato pudimos conocer a los nuevos integrantes del jurado, con su veredicto.
Segundo Accésit: un cuento muy interesante. Bien, ha habido buen nivel.
Primer Accésit: otro cuento con miga. Bien, a mí me toca dinerito.
Tercer Premio: la chica a mi derecha. Por Dios, ojalá yo quede segundo.
Segundo Premio... Teniendo en cuenta que si decían el segundo, todos íbamos a saber que el primero era quien quedaba por nombrar, decidieron nombrar a continuación el campeón. Ojalá no digan diez, que me quedo sin jugar.
Primer Premio: el número diez, que corresponde a Víctor Pintado. Fui a recoger el diploma como quien va al matadero. Me tomé con sentido del humor esa alegría melancólica, esa melancolía alegre que sentía.
—Quiero decir... que aquí ha habido tongo. Porque no puede ser que este cuento haya quedado el primero con lo interesantes que eran los del áccesit. Una cosa, ¿no podría intercambiar mi premio con quien ha quedado segundo? —al fondo, un hombre me señaló riendo a su compañera—. O sea, yo me quedo con los 200 euros y tú con el primer premio... —La organizadora también se reía mientras me insistía en que no era posible—. Bueno, pues como ya me han dicho que no se puede, voy a leer el cuento. Se titula...

Y comencé a leer "A sorbos". Literalmente. Creo que un microrrelato no se puede recitar como un fragmento de novela. Ha de leerse despacio, permitiendo al público degustar cada giro retórico. En especial cuando condensas una historia completa en apenas cincuenta palabras.
Supongo que este premio se lo dedico a mi ex-novia. Me ha permitido asumir el conflicto dramático del desamor como algo no patético.


Participar en este concurso como una cita anual desde su misma creación, jugar en la Maratón de Microrrelatos José María Rubio de Navacerrada ha sido importante para mi faceta de escritor. Gracias por esta prodigiosa iniciativa, gracias a sus promotores, y gracias a quien me avise de dónde se hacen más concursos relámpago de escribir.



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