—Siempre que te crezca un árbol en la casa, tienes que mudarte.
Y en efecto, se habían mudado hacía tiempo. Detrás de la casa ajada podíamos ahora ver otro caserón algo mejor conservado. Del mismo centro del tejado le salía otro árbol, pero mucho más fuerte y con una copa frondosa.
Esta pareja nos invitaba a ver su casa nueva. Yo pensaba que se referían a la del tronco recio, pero se limitaron a abrir la verja de una finca que se situaba a nuestra misma derecha, al otro lado de la carretera. Vivían en un chalet amplio y luminoso, de paredes blancas y remates anaranjados. Ni un sola mala hierba a la vista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario